Cuando hablamos de personas buenas hay que hablar de Máxima Iglesias Vicente.


Máxima, es una persona maravillosa. Con el trabajo de la Plataforma en defensa de la sanidad pública de Polinyà, he tenido la gran suerte de conocerle más afondo sus valores y sensibilidades.

No me equivoco si digo que es de las personas que mejor representa los valores de la lucha por un mundo por el que me comprometí, hace poco menos de 60 años. Un mundo socialista y comunista.

Una mujer muy inteligente. Trabajadora. Se puede contar con ella a todas horas, para la causa social. Generosa y amable para con la gente. Una persona desinteresada. Solidaria. Sufridora con las injusticias nacionales e internacionales, como por ejemplo ahora el genocidio de Israel con palestina. Buena amiga de sus amigas y amigos. Y muy buena compañera de lucha. Le gusta organizarse en todo lo que se relacione con la justicia social. De ahí le viene su buen trabajo con Caritas Polinyà y con la Plataforma. Etc.…

Tiene un concepto de Positividad excepcional. Mira para adelante siempre en positivo y eso le hace ver las cosas de esa manera que a otros nos cuesta mucho más. Para mí es un orgullo trabajar a su lado.

Y, de aquí, que nazca hoy 15 de diciembre, esta maravillosa historia en el día de su cumpleaños:

Máxima Iglesias era una mujer que vivía en Polinyà, un pueblo de la provincia de Barcelona. Desde joven, se había interesado por la política y el activismo social, y había participado en varias organizaciones y movimientos en defensa de la sanidad pública, los derechos humanos, la paz y la justicia. Era una persona muy querida y respetada por sus vecinos y compañeros, que la admiraban por su trabajo, su generosidad y su positividad.

Estando en la Tercera República Española, un día, Máxima recibió una carta del Ministerio de Sanidad, invitándola a formar parte de un comité de expertos que debía elaborar un informe sobre la situación de la sanidad pública en España y proponer medidas para mejorarla. Máxima se sintió muy honrada y emocionada por la oportunidad, y aceptó sin dudarlo. Pensó que era una forma de contribuir a una causa que le apasionaba y que afectaba a millones de personas.

Máxima se trasladó a Madrid, donde se reunió con los otros miembros del comité, que eran médicos, enfermeros, economistas, sociólogos y juristas. Durante varios meses, trabajaron intensamente, analizando datos, visitando hospitales, entrevistando a profesionales y pacientes, y redactando el informe. Máxima aportó su experiencia, su conocimiento y su visión, y defendió con firmeza los principios de la sanidad pública: universalidad, equidad, calidad y eficiencia.

El informe fue entregado al ministro de Sanidad, que lo recibió con interés y agradecimiento. El ministro prometió estudiarlo con detenimiento y tomar las medidas oportunas para mejorar la sanidad pública. Máxima y los demás miembros del comité se sintieron satisfechos y esperanzados, y celebraron el trabajo realizado.

Máxima regresó a Polinyà, donde la esperaban sus amigos, su familia y sus vecinos. Todos la recibieron con alegría y orgullo, y le hicieron un homenaje por su labor. Máxima les agradeció su apoyo y su cariño, y les contó su experiencia en el comité. Les dijo que había sido un reto y una oportunidad, y que esperaba que su trabajo sirviera para mejorar la sanidad pública y la vida de las personas. Les dijo que se sentía feliz y afortunada de haber podido colaborar con una causa tan noble y necesaria. Y les dijo que seguía siendo la misma Máxima de siempre, una vecina de Polinyà, una persona admirable y comprometida con la defensa de la sanidad pública las causas sociales y por un mundo mejor.

Roque Fernández

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